viernes, 3 de octubre de 2008

CHIAPAS SIGUE SIENDO TIERRA DE MAYAS EN EL DIA DE LAS ELECCIONES MEXICANAS

Siempre he defendido la tesis que dice que la actualidad de Chiapas, desde hace ya más de dos décadas, debe entenderse en el contexto de revoluciones y guerras civiles en Centroamérica. El Subcomandante Marcos mismo y algunos de sus apoyos aprendieron y leyeron sobre Cuba, estuvieron en alguna ocasión en Guatemala, El Salvador o Nicaragua, a la vez que fracasaron en sus intentos de cambiar el orden económico y social de la región en los años sesenta, setenta y ochenta, respectivamente. Johann Galtung, maestro del análisis y resolución de conflictos bélicos contemporáneos, comentaba hace tiempo la posibilidad de crear una Confederación de los Indios Mayas de América Central como superación de la frustración y marginación indígena. Eso sería con el permiso de los Estados implicados, de México a El Salvador o Nicaragua, dotando de cierta autonomía política común a los representantes de ciertas reivindicaciones que son propiedad de gran parte de la población durmiente de dicha latitud.

El ejemplo de Guatemala dónde ha gobernado desde su independencia una oligarquía blanca frente al pueblo olvidado y desasistido no deja de ser más que deplorable. Lo mismo ocurrió desde siempre en Bolivia, y hoy día el Presidente Morales, líder de los que hace años no votaban ni contaban en las contiendas electorales, está decidido a refundar el país al estilo de lo que hicieron en su momento Fidel Castro y Hugo Chávez. La estrategia, por su parte, resulta clara: por un lado hay que volver a hacerse con el control de la producción derivada de la riqueza natural que se llegó a regalar al capitalismo extranjero; por el otro costado se pretende construir las bases de un sistema político alternativo, partiendo desde cero, eliminando los antiguos privilegios y rebautizando sus instituciones democráticas de gobierno. Los dos puntales de la nueva doctrina izquierdista latinoamericana se ven atacados, evidentemente, y ellos mismos se ven comprometidos en la praxis, por la delgada línea roja que separan sus intenciones con la manera de implementarlas bajo un estilo de lideraje tildado de dictatorial y populista, del cual también siempre debemos prevenirnos.

Pero volvamos irremediablemente a Chiapas, que es la última revolución de todo un continente americano arrojado al cambio obligado. Si Cuba aún “aguanta” (en el sentido pleno de la palabra), y Nicaragua dejó perder los logros derivados de la primera presencia sandinista, hoy día extinguindos en la nada, Chiapas y México pueden convertirse en el laboratorio centroamericano de otras cosas que ya se dan en el hemisferio sur. Marcos sintoniza, sin duda, con Chávez y Morales, mientras que López Obrador se entiende con Lula da Silva. Cada par se ha discutido y se ha enfrentado a cada par, aunque todos ellos coincidan en sus ansias de terminar con la perversión del sistema y priorizar la voz de los más indefensos. Sólo cambiarían el método y las maneras, como decíamos.

Volvamos a matizar: sólo el norte de México pertenece a Norteamérica, si prescindimos de criterios estrictamente geográficos. Allá dónde viven mis amigos de Monterrey, Paco, Sergio y Omar, nada tiene que ver con el sureste paupérrimo del país. El Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, sumado al Plan Puebla Panamá, resulta ser la respuesta neoliberal de homogeneización y control de la región, dando infraestructura a cambio de eliminar resistencias y crear nuevas dependencias.

La historia americana nos cuenta que sus primeros pobladores tradicionalmente se arman de paciencia y ceden, algo que les aproxima a la civilización oriental, hasta que deciden ellos mismo explotar de rabia e incomprensión. No resisten, en un principio; más bien esperan el momento más crítico a sus intereses para alzar la voz y las armas. Observemos con diligencia, pues, qué pasa y qué puede pasar con estos pueblos originarios en los próximos años porque, se sabe, ellos ya están construyendo su alianza transfronterera, como otras muchas resistencias a nivel global. Lo que significa, en otras palabras, que se comunican y se reúnen, desde hace un tiempo hacia acá, los aymara de Bolivia con los mayas de Chiapas, junto a otros muchos grupos, estando de acuerdo en el estudio de la situación y apoyándose mutuamente en su contraofensiva.

La Revolución Cubana de 1959 y los alzamientos centroamericanos especificados en la fecha en que el sandinismo llegó al poder en Nicaragua, veinte años después, en 1979, tienen su continuidad en la revuelta zapatista que entra en la era de la postmodernidad. En unos sitios gana Zapata, que es a su vez Chávez y Morales, y en otros gana Lula o López Obrador, si es que gana. Allá dónde no quedan o casi no quedan indígenas, existe un problema menos y el capital avanza; allá dónde quedan indígenas, éstos yacen abandonados, vilipendiados y hambrientos esperando soluciones. A los indios, a los campesinos y a los pobres latinoamericanos, en general, aún no se les respeta suficientemente su existencia, que ellos están dispuestos a proclamar, reclamar y enaltecer. Si hace falta con sangre y dolor.

JULIOL 2006

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