miércoles, 18 de marzo de 2009

OLIVER KLEIN: UNA APUESTA POR LA PAZ, PARA CONCILIAR LA JUSTICIA Y LA LIBERTAD

El profesor de Ciencias Políticas de la URV dice que “estaré siempre allí donde se reclame lo que es justo”. Y entró en política “porque las revoluciones hay que hacerlas desde dentro”.

Nace en una tierra de leyenda. Al borde de un castillo cuyo nombre es Murábit, en la época en que Abd-al-Rahman III mandó fortificar la frontera del Ebro, entre Tortosa y Zaragoza, a principios del siglo X.

Nace entre Catalunya y Aragón. Su vida parece transcurrir rápidamente, con la misma fortaleza con la que se asientan los cimientos de ese viejo castillo, que acabó siendo templario, cuando, en 1153, cayó en manos de las huestes cristianas, después de una cruenta y sangrienta batalla.

Heredando esa misma fortaleza, a los ocho años, ya viajaba con mucha frecuencia, en solitario, por motivos de familia, entre Alemania y su Catalunya natal. Y, por esa misma razón, quizás, por haber disfrutado de tanta libertad, pregona ser “un ciudadano del mundo”.

Es Oliver Klein. Nació hace 31 años en Miravet. En esa tierra de leyenda, que “me recuerda al pueblo de Astérix en la Galia”. Probablemente, porque Oliver muestra los valores del guerrero del cómic. Es inteligente, habilidoso, astuto… Una persona entrañable que maduró con rapidez entre “gente acostumbrada a la resistencia, y con un fuerte carácter reivindicativo”, señala.

Klein es profesor del Área de Ciencia Política de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. Profesión que compagina con su otra pasión, la política municipal, como concejal del Área de Promoción Económica del Ayuntamiento de Cambrils.

La vida le hace madurar rápidamente, porque, tras la separación de sus padres, cuando sólo era un niño, “entre los que se cultiva una magnífica relación”, se apresura a matizar, tuvo que viajar, con mucha frecuencia entre Miravet y tierras germanas. Su padre vivía en Goch, al noroeste del país; ciudad desde la que pasan a tierras holandesas en bicicleta y viceversa. “Los alemanes van a comprar fresas y tabaco al otro lado de la frontera, y los holandeses acostumbran a visitar suelo alemán para comprar en sus grandes centros comerciales”.

“En sus primeros años, en los que solía visitar Alemania, incluso varias veces al año, fue, para él, como tener una gran ventana abierta al mundo”. Desde un pueblo pequeño, donde empezó a crecer, viajaba a otros países europeos “en los que había una mentalidad impresionantemente distinta, aunque pronto comprendí que aquello no estaba hecho para mí”, dice Klein.

Su vinculación con la Costa Dorada llega cuando “la Neus (nombra así a su madre), en aquellos mismos años, pidió plaza en Cambrils, como profesora en un colegio público.
Ciudad en la que teníamos una casa como segunda residencia y en la que solíamos pasar algunos meses en verano. Cambrils tenía una mentalidad más moderna que Miravet, porque el turismo es una parte importante de su razón de ser. Es cierto que la historia de los cambrilenses, por sus características personales, giraba, por aquel entonces, en torno a la agricultura, a la misma vida de la Vila y, sobre todo, al mar. Pero yo intento aprender de todos. Enseguida me di cuenta que aquella gente me gustaba. Que la tierra en cuestión me atraía. Me encontraba en un entorno conocido, rodeado de amigos. Pasé de unas relaciones humanas frías, habla así del ambiente alemán, a la calidez del Mediterráneo”.

De las palabras de Oliver Klein, se desprende que es una persona de carácter extrovertido. Respetuosa con todas las formas de pensar, aunque matiza que “me encuentro lejos de los discursos nacionalistas que intentan ver sólo una Catalunya uniforme. No todo se puede meter en el mismo saco. Hay que respetar la universalidad de las personas”.

Además de la vinculación residencial de Cambrils, en aquellos primeros años en la costa, Oliver Klein tiene unos lazos especiales con Salou, ya que es en esta ciudad donde continuó los estudios. A su madre, a Neus, le gustó la idea de formar parte de la cooperativa que nació con el colegio Elisabeth, en Salou. “Fue una buena elección, en aquel momento. Hice muy buenos amigos que aún conservo”.

Salvo esa circunstancia, los mejores recuerdos de Klein son de Cambrils. Además de haber estado vinculado a muchas acciones sociales, ya que “suelo encontrarme siempre allí donde se me necesita. En todos los lugares en los que pueda ayudar a la acción social del pueblo”. Aunque, Oliver ha vivido de una forma especial su etapa como jugador de fútbol en La Salle de Cambrils y en el Oleastrum. En este último equipo era organizador y repartidor de juego, como buen centrocampista. Deporte, por cierto, del que ha aprendido mucho, y del que suele sacar símiles que aplica a la política. “El fútbol es muy parecido a la política, dice. Lo es porque tiene muchos paralelismos, como la estrategia, la aplicación de que no hay mejor defensa que un buen ataque, el déjalos venir, las ideas claras, el que no te quiten la pilota (matiza al señalar que no te tomen el pelo), jugar siempre con la pelota por delante y, sobre todo, juego y participación en equipo”.

Muy pronto, sin embargo, se ve de nuevo obligado a viajar. Aunque, en esta ocasión son viajes cortos en tren a Barcelona, donde estudia Ciencias Políticas y de la Administración en la Universidad Autónoma. “Mi yaya (llama así a la abuela materna) me dijo enseguida que si era para hacerme político, que no lo hiciera, porque la política cambia a las personas. Le dije que no… (piensa durante unos segundos). Yo no tenía ninguna intención de entrar en política, porque lo único que deseaba era estar mejor informado en este campo. Me gustaba, en todo caso, la política, porque creía que podría ser un buen articulista de periódicos, o incluso podría destacar como escritor. Siempre pensé que podría convertirme en una especie de corresponsal de guerra y visitar los conflictos bélicos del mundo. Me gustan, en definitiva, las relaciones internacionales”. Quizás, por ese motivo, estudió dos cursos de la Carrera Diplomática y está a falta de aprobar la oposición para entrar en dicho cuerpo.

“Me gusta también la geografía. Conocer el mundo y sus gentes. Sus formas de vivir, la manera de trabajar… La diferencia que hay entre el norte del mundo rico y entre el sur del mundo pobre. Creo que los políticos tenemos una gran responsabilidad para que esto cambie… una gran responsabilidad para hacer un mundo más justo.”

Como buen profesional del Derecho, hablar con Oliver Klein es hablar de justicia. Durante el tiempo que transcurrió nuestra conversación, una hora y media larga, rodeados de estudiantes en la misma universidad, muchos de ellos alumnos suyos, el concejal de Cambrils proclamó en varias ocasiones la responsabilidad de hacer un mundo más justo. Y lo hizo de forma enérgica y con el deseo de proclamar ya un cambio social. De hecho, es como si aplicara aquello de que la calidad de la justicia es hacerla pronto y sin dilaciones, porque hacerla esperar es una injusticia. O como si quisiera recordar las palabras del filósofo Sócrates, cuando dijo que es peor cometer una injusticia que padecerla, porque quien la comete se convierte en injusto, y quien la padece no.

Y, quizás, por este motivo, también, llegó a la política activa, después de pasar por la plataforma que se formó alrededor de Ciutadans pel Canvi. “Estaba en la universidad. Participé del diseño de un nuevo proyecto político que, aunque no se terminó de gestar, creo que desde allí contribuí para terminar en cierta forma con 23 años de Pujol. En la universidad, conozco mucha gente con vínculos socialistas. La política la comienzo a palpar en compañeros y profesores. Gente con ganas de ser libre, de pensamiento liberal. Gente preparada para un cambio generacional. Gente que, como yo, era joven, y que entendía que era importante el cambio para Catalunya, ilusionada con Pasqual Maragall, como líder de ese cambio. Gente que entendía que las revoluciones se han de hacer desde dentro. Participando de la política. Por ese motivo, en el 2001 entré finalmente en el Partit dels Socialistes de Catalunya (PSC). Creo que aposté fuerte, porque no sólo Catalunya pedía el cambio. El relevo político era también importante hacerlo en Cambrils. De ahí vino, continúa, la moción de censura que, en el año 2003, se li hizo al convergente Joan Serra, para conseguir la alcaldía para los socialistas cambrilenses”.

“¿El futuro?...” Oliver medita durante unos segundos y sigue señalando que “siempre estaré en activo allí donde se reclame la justicia. Creo que tengo capacidad, formación y sensibilidad, para llevar a cabo todos los proyectos que tenemos previstos para Cambrils. En el Departamento de Promoción Económica, mi área municipal, he conseguido la experiencia. Es un departamento al que se ha dotado expresamente de medios, de contenido. Conozco bien la ciudad y sus necesidades. A mí, personalmente, continúa explicando, me gusta mucho poder conocer de cerca a las personas. Sólo así sabré de sus necesidades, y de lo que puedo aportarles a ellas y a la ciudad en global”.

“Tengo feeling con la gente, con el empresario, por ejemplo. Por eso, pido la implicación de todos, también la de ellos. Creo que cada uno tenemos una gran responsabilidad, y cada uno, en nuestra medida, ha de saber responder a ella, para conseguir una sociedad más justa, en la qua haya capacidad para trabajar”.

Así es una parte de Oliver Klein. Observador de lo que le rodea y con una aparente personalidad que cautiva. Quizás fue uno de los valores con los que en uno de sus frecuentes viajes, en Marruecos en esta ocasión, enamoró a la exótica Nabila, con la que se casó y tiene un hijo de 2 años, Nizar.

(El Cafè de l’Àngels, La Vila, 9 de Novembre de 2007)

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