viernes, 24 de julio de 2009

EL CONFLICTO AMBIENTAL GLOBAL

Comentario del Documental “La pesadilla de Darwin”

La explotación de un pescado introducido furtivamente en el Lago Victoria, el mayor espacio interno de agua del mundo, compartido por los países de Tanzania, Kenya y Uganda, nos sirve una vez más para demostrar empíricamente que el desarrollo de las poblaciones más pobres del mundo depende directa y proporcionalmente de los intereses egoístas de los privilegiados y ricos del sistema dominante. La perca del Nilo resulta ser casualmente una especie muy valorada en España: para que la coman nuestros conciudadanos se deben producir una cantidad de despropósitos que perjudican o agrandan la situación de necesidad y dependencia de los productores africanos, muchos hijos de los cuales se echan al mar en patera para alcanzar nuestro “El Dorado”.

La historia se produce en otros lugares del planeta: el café que se produce y no se consume en Chiapas; el coltán que tan presente estuvo en el conflicto de los Grandes Lagos; el petróleo en Guinea Ecuatorial o en Timor Oriental; los diamantes en Liberia… Existe un neocolonialismo económico que se construyó voluntariamente, paso a paso, tras la independencia de gran parte de los países del Tercer Mundo, a partir de la década de los años sesenta del siglo pasado. Así pues los gobernantes de los países mayoritariamente africanos y asiáticos, también los latinoamericanos aunque con una dinámica más propia, son los primeros en dejar abierta una gran puerta a los inversionistas extranjeros. Éstos imponen sus condiciones a cambio de financiar sus campañas presidenciales o defender su frágil estabilidad. Por ejemplo, introducen una especie depredadora en el Lago Victoria que de forma no natural se convertirá en una nueva “gallina de los huevos de oro” para los firmantes de un pacto de no agresión virtual. La burguesía local, en el caso de Tanzania, compuesta sobre todo por la comunidad de origen indi que se ha dedicado tradicionalmente a los negocios y ha prosperado en ese sentido, resultará también el aliado que se beneficie al mismo tiempo de esta nueva producción en los parajes inhóspitos del oriente africano. Luego hará falta el medio para la exportación y se utilizará el tráfico aéreo ruso, compuesto por una flota proveniente de las últimas guerras y de la descomposición de la Unión Soviética, que de forma mafiosa ha pasado a manos privadas reciclándose al comercio exterior internacional. Allá donde los hombres puedan trasladarse a pescar la perca, existen los pequeños alojamientos para los súbditos extranjeros, como pueden ser los mismos pilotos rusos de los aviones, proliferará al mismo tiempo la prostitución, y junto a ella la propagación del virus del SIDA. Las pésimas condiciones de trabajo de la pesca de una especie, que finalmente llegará impecable, gracias a la magia de la intermediación, a los mercados occidentales, se propinará innumerables muertes de varones africanos, a lo cual se arrastrarán más mujeres solas hacia los puertos pesqueros con la urgencia de ganar dinero de la forma que sea para poder sobrevivir ellas mismas y sus hijos, más cuando la Iglesia católica y protestante dominante en la zona prohíbe a sus fieles el uso de métodos anticonceptivos.

Una imagen del film nos impacta entre y es la paradoja de la harmonía, antes de morir asesinada, de la canción en homenaje a su país pronunciada por la joven prostituta del lugar cuestionado, frente a las risas y desasosiegos del piloto ruso borracho. La “pesadilla de Darwin” se da en la misma frialdad que otro ruso afirma que “todo es culpa de los mismos negros”, que no saben cómo sacar adelante su país y se matan entre ellos (lo mismo que debe pensar la minoría indi que descansa en sus despachos y escucha música plácidamente mientras conoce el horror y la miseria real que se vive en las ciudades del pescado en dónde se ubican sus fábricas de filetes de perca). Todos los actores que se benefician directamente de esta explotación, y que conocen el sacrificio de la población autóctona, prefieren no hablar del tema como aquel que dice que “no quiere hablar de temas políticos” cuando realmente nos estamos refiriendo a temas morales… Muchos mienten que no saben ni conocen, o intentan ser ajenos a cualquier contacto con la realidad de fuera de sus hoteles o despachos. Sólo son instrumentos pero no quieren saber de qué. Durante todos los diálogos que protagonizan estas sombras tristes se prefiere hablar de las cifras de la producción, de los beneficios y de los objetos, más que del sufrimiento del ser humano. Un nuevo estilo de racismo y de esclavismo se reproduce en esta esquina de África: por ejemplo, incluso los enviados de la cooperación de la Unión Europea llegan a poner énfasis en una rueda de prensa en las medidas sanitarias introducidas en la manipulación del pescado, sin dejar de mencionar las desastrosas condiciones de vida o la no redistribución de la riqueza entre la población más necesitada y mayoritaria del lugar. “Don’t worry, be happy!”, es otra canción que aparece en la película que parece dilapidar cualquier intento de protesta, tal como si de una amenaza se tratara, frente a aquél que pudiera quejarse o declararse en rebeldía.

El marco y el contexto del reportaje se sitúa en el período de lucha por los recursos energéticos y las materias primeras, también las alimentarias, a nivel mundial. Parece pues lógico y necesario, desde el punto de vista del análisis de los economistas del Banco Mundial, que deban sacrificarse millones de personas para dar de comer a un número más reducido de blancos onerosos y consumistas. La imagen de lo dicho se puede volver a resumir en el trayecto de los aviones Ilyushin rusos de 550 toneladas vacías al llegar al lago Victoria, que vuelven al mundo “desarrollado” repletos de alimento (“los niños hambrientos de África preparan la comida de los niños gorditos de Europa”). Si alguna vez esos aviones llegan llenos al continente negro, su contenido, tal y como se sugiere, resultarán ser armas de fuego y bombas dirigidas a los conflictos abiertos entre los países y comunidades divididas. Los rusos nos ayudan de nuevo a acertar con la pista de todo, cuando confunden en un diálogo la palabra “work” por “war”, debido a su mala pronunciación de la lengua franca inglesa. Efectivamente ellos confunden, voluntaria, a veces, e involuntariamente casi siempre, las palabras “trabajo” y “guerra”: el hecho de que haya explotación y guerra puede beneficiarles indirectamente a ellos mismos, y lo aceptan tal cual. Sólo en los momentos lúcidos que produce una buena resaca llega a sincerarse alguien diciendo que África es un continente lleno de vida, representada por sus niños jugando y riendo, pese a lo cual no sabe cómo contribuir a liberarlos de su casi seguro siniestro destino.

Puedo permitirme el lujo de relacionar esta película del director francés Hubert Sauper con otras de reciente creación que he tenido la suerte de visualizar últimamente. Por un lado, citaría la obra de Erwin Wagenhofer, “Nosotros alimentamos el mundo”, que nos habla sobre la importancia de la industria agroalimentaria en la era de la globalización, que resulta una paradoja constante entre la abundancia del Norte y la escasez del Sur, los beneficios de las grandes corporaciones internacionales y el sufrimiento de los productores, que son los campesinos del Tercer Mundo. En este sentido el film en cuestión nos matiza la capacidad que tiene el capitalismo neoliberal para transformarnos en caníbales del propio planeta, e indirectamente, de nosotros mismos.

“Enron: los tipos que estafaron a América”, de Álex Gibney presenta el lado oscuro de uno de los mayores escándalos financieros de la historia, en el cual altos ejecutivos de la séptima empresa más importante de los Estados Unidos se llevó a sus bolsillos una cantidad enorme de dinero al mismo tiempo que destruía a su accionariado minorista y a veinte mil trabajadores distribuidos entre diversos negocios presentes en todo el mundo. Enron fue la mayor contribuyente a la primera campaña de George Bush padre, así como el capitalismo salvaje que sacrifica a tres cuartas partes del mundo, tiene otras conexiones tan o más desgraciadas como puede ser la económica, como pueden ser también la militar o bélica, la petrolífera árabe, el terrorismo internacional…

“La Hora 11”, de Nadia y Leila Conner, describe un único instante durante el cual aún resulta posible cambiar. Siendo una mirada sincera sobre la crisis ecológica actual, concretada en fenómenos tales como la sequía, el hambre, las inundaciones o la lluvia ácida, entre otras muchas secuelas provocadas, en parte, y sobre las cuales nadie ejerce un compromiso decidido para facilitar su solución.

“Gran superficie”, es otro documental que nos describe el papel infalible de la publicidad en el sistema actual de sobreproducción e híperconsumo en el hemisferio norte, así como “Campesinas, semillas de cambio”, de la nicaragüense Fundación Luciérnaga, muestra el trabajo de diversas organizaciones campesinas que a la vez que critican el modelo imperante de capitalismo, intentan también generar cambios en las relaciones de desigualdad de género.

La defensa del concepto de “soberanía alimentaria” en los momentos actuales de crisis internacional, no deja de representar el derecho de los mismos pueblos a definir su propia política agraria y alimenticia. El concepto en cuestión fue desarrollado por la Vía Campesina y hecho público en la Cumbre Mundial de la Alimentación del 1996, en el foro de ONGD paralelo a la reunión de los representantes de los países miembros de la FAO.

Conocer lo que ocurre de la mejor primera mano posible, resulta el primer paso para tomar conciencia y optar individual y colectivamente por diferentes alternativas que propongan el cambio.

En el año Darwin, el film de Hubert Sauper nos hace plantear como el hombre es capaz incluso de cambiar el ritmo normal de las cosas para empeorarlas, poniendo como ejemplo en Lago Victoria y la introducción de la perca, lo cual conlleva una peligrosidad incalculada. Efectivamente también existe una segunda pesadilla o peligro que desciende de la misma filosofía e ideología que podría justificar el desastre de muchos por el logro de la supervivencia de unos pocos, que son los herederos de los de siempre.

(Mayo 2009)

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