miércoles, 16 de septiembre de 2009

REPÚBLICA DOMINICANA 5

18 de Julio: Barcelona, Madrid, Miami, Santo Domingo.

Toda una premonición, de camino al Aeropuerto del Prat nos hemos cruzado con una motocicleta cuya matrícula reza 1942. Y es cierto, por primera vez voy a cruzar el gran charco y voy a que me conquisten las Américas, o, al menos, esa es mi voluntad.
El horóscopo no me ha presagiado un buen viaje lo que va a confirmar mi tradicional abstinencia astrológica.

En Barajas más de cinco horas esperando antes de partir de nuevo.
En Miami gozamos de un pequeño descanso en la sala de espera o de concentración desde la cual se distribuyen los pasajeros según su destino latinoamericano. Realmente impacta Miami de noche. Derroche de luz.

Por fin he avistado la costa de mi isla, la costa de la República Dominicana. Cuatro líneas paralelas de espesa vegetación tropical la atraviesan de este a oeste. En la llamada Cordillera Central se alzan las montañas más altas de las Antillas, lo demás todo son planicies, rectángulos de parcelas, pequeñas carreteras, senderos lineales e inacabables, algunos ríos como el Yaque o el Antibonito.

Ahora, la orilla sur de la isla. La República Dominicana limita al sur con el mar Caribe y al norte por dónde hemos llegado se haya el Océano Atlántico. La pista de aterrizaje se me hace inacabable desde su inicio al lado mismo de los arrecifes que la bordean.

Ya piso suelo dominicano. Llueve bastante intensamente, aunque eso es normal en estas latitudes y a esta hora (las seis y media de la tarde). La temperatura es de treinta grados centígrados; también lo podríamos haber previsto.

Lo que más me sorprende en este momento es la efusividad de los saludos y abrazos que se intercambian familiares al reencontrarse. La tripulación del avión era mayoritariamente de color y muchas mujeres iban acompañadas de sus respectivas parejas de origen europeo, sobre todo, italianos y españoles. Pienso que puede tratarse de aquellos que en su día viajaron al Caribe, como se dice aquí, a “comprar” esposas. Ahora llegan de vacaciones. Todos muy bien vestiditos, pero ellas destacan por su elegancia despampanante y exagerada, por sus pinturas, labios, caderas y ropas ajustadas. Todo el mundo aplaude.

Pasamos los controles aduaneros y compramos la tarjeta de turista por diez dólares. Pagar en dólares permite elevar la cantidad de divisas y su valor evidentemente se cotiza más que el del peso. Británicos, daneses, italianos y holandeses no necesitan hacer tal operación. Recogemos las maletas y vemos que nos falta una. Debemos reclamar. Fuera ya de la vista de militares y policías, por cierto vestidos y con una actitud muy despreocupada y a la vez graciosa, nos encontramos con Pilar Cachufeiro, una teresiana española que reside en Santo Domingo desde hace año y medio. En casi todos los aeropuertos de América Latina sucede lo mismo, muchos niños, gente que se ofrece a ayudarte, a cambio de una buena propina, claro está, chóferes y guías de hoteles, taxistas, vendedores…

Cargamos paquetes y bultos nosotros mismos. Le ofrecemos algún peso a algún niño que nos ha seguido. Otros se ofenden. Víctor, el chófer de una camioneta Datsun muy moderna, nos llevará hasta nuestros nuevos hogares a instancias de Pilar.
Tomamos la Autopista de las Américas y el paisaje me recuerda al Miami Beach que veía por televisión en España. Palmeras a ambos lados del asfalto, playas, mucho tráfico y, sobre todo, muchas cervecerías y locales de baile. La música empieza a sonar.

Llegamos a Santo Domingo, la capital tan deseada y nombrada, por el Monumento al Padre de la Patria Duarte. Todo lo importante en la ciudad se llama Duarte. Seguimos y cruzamos el río que divide la ciudad hasta llegar a la Avenida 17. Se trata de una gran calle con mucha circulación y ambiente. Pilar me dice que está situada en medio de los barrios de Gualey y de Los Guandules, dos de los más humildes, a la vez peligrosos, de la ciudad. Me hace bajar de la camioneta, ahora ranchera, y me acompaña por un pasillo estrecho al lado de un colmado en el que un puñado de jóvenes beben cerveza y de paso nos miran con curiosidad. Entro en una casa y me presentan la familia con la que deberé convivir a partir de hoy mismo. La ama, doña Carla. La hija, Sandra. Su hermana, Helena. Más tarde conoceré a los otros tres hermanos, David, Luis y Juan Carlos, y a Angie, que no sé exactamente quién es. Luego me aprendo el nombre de los niños pequeños: Misaury, Diledni, Luis Enrique… y me olvido al cabo de un rato. ¡Qué revolución! ¡Increíble!

La cena ha sido preparada con tiempo: “asopao”, entre otras cosas, o lo que es lo mismo, “arroz con pollo”. Llega el padre y enseguida me doy cuenta de la persona admirable que es, calla y sonríe, sencillamente. Espero un poco más tarde para entregar los regalos. Les han gustado y sé que tales objetos pasarán a formar parte de la decoración desordenada y querida de la casa.

Pido la cama, pero aún antes me invitan a un vaso de vino dulce de la marca Caballo Blanco, muy apreciado aquí, y a un vaso de café amargo. Me doy en seguida cuenta de que la habitación que han guardado para mí es dónde hasta el día de hoy ha dormido el matrimonio. Es un lujo inmerecido y una cortesía hacia mi presencia, por lo que no puedo más que agradecer su hospitalidad y señalar la existencia de un buen abanico que me va a proteger del calor que persiste durante la noche. Hasta mañana.

martes, 15 de septiembre de 2009

REPÚBLICA DOMINICANA 4

El contexto dominicano

Antes de iniciar mi viaje a Santo Domingo leí dos libros que me marcaron profundamente y que me ayudaron a entender la idiosincrasia de este país: Over, de Ramón Marrero Aristy, y ¡Buen viaje, Pancho Villa!, de Pedro Mir.

El libro de Marrero Aristy desmitificaba la etiqueta de las tres eses que sigue arrastrando la Dominicana: “sun, sea and sex”. El libro se centra en la figura de Justo Morales, “un noble y hospitalario dominicano” de la región del Cibao, la más pura del país según los propios dominicanos. El libro nos describe cómo es la vida en un batey, o lo que es lo mismo, un centro de recolección de caña de azúcar. La palabra Over, precisamente, viene de un vale especial de compra utilizado dentro de los bateyes para que los trabajadores puedan subsistir y gastarlos dentro de ellos mismos. Aún hoy en día existen bateyes en todo el país, principalmente ocupados por haitianos que huyen hambrientos de su país durante el periodo de recolección, cuya discriminación laboral y por cuestión de raza causa la denuncia constante por parte de ONGs de todo el mundo. Según la novela de Marrero Aristy, el batey de que hablamos está infectado de suciedad, animales merodeando junto a los trabajadores que sufren terribles enfermedades, como la sífilis, debido al consumo descontrolado de alcohol, ron, y condiciones laborales que rayan el esclavismo. Durante la novela se describen los caracteres principales de la sociedad dominicana. “Palabras picantes y gordas razonan la música y la vida cotidiana”. “Parece que la vida cabe en un vaso de ron”. “Borrachos de música y de ron”.

En el batey hay aproximadamente treinta casas construidas con lo que pueda servir para componer y techos de cinc, habitadas por “mañes” o “congós” (haitianos), “cocolos” (los naturales de las islas inglesas del Caribe, por ejemplo San Kits o Barbados) y los dominicanos más míseros del país. Los puertorriqueños suelen decir de los dominicanos que “hablan mucho y hacen poco”. Lo que sí les gusta, y yo lo puedo confirmar, es el buen comer y el buen beber. Es corriente ver como muchos trabajadores se ponen “borrachos hasta llorar”. Y, como no, como en toda la isla, encontramos música y sensualidad por todo el batey. Una música y una sensualidad, en todos los casos, descontrolada: “Una mulata se me acerca pidiéndome, sin rodeos, que le compre algunos fritos de los que vende una vieja negra que fríe del lado de afuera. Eduardo fue con otra a un lugar apartado a brindarle un trago, y al ver cómo las caderas de su compañera se mueven al andar, no puedo dejar de pensar que estas mujeres, a pesar de su hambre y de todo lo demás, tienen buenas carnes”. “Para reposar el hombre necesita mujer”. Aunque sea prostituta.

Ocho dólares y algunos centavos al día, que son muchas horas, vale el trabajo del negro en el centro y en el sur de la República Dominicana, sobre todo en Barahona. “Cuando llegan al batey central, los pobres negros no saben lo que se trata de hacer con ellos. Están molidos, indefensos, y se reúnen en rebaños. Entonces son repartidos. En un canal de alambrada pues encerrados como ganado, vigilado por los policías del central que rondan ajijuntos, armados de revólveres y machetes, son contados y apartados para ser remitidos a las diversas colonias”.
El pesimismo invade la novela de Marrero Aristy. “¡A nosotros nadie nos salvará! Yo me he sentado en la cama del Presidente de la República; he vivido entre gente de posición; he vivido en otro mundo soñando y creyendo que ocuparía un puesto digno en la vida, y sin embargo he venido a parar aquí. He tomado este torcido camino, y heme ahora soportándole las humillaciones a estos cerdos adinerados, menos que una hormiga, insignificante como cualquier cucaracha, ¡un cero en la vida!”. “¡Hay que beber hasta reventar! El fuego de este sol, la uniformidad desoladora de estos cañaverales sin fin, sin pájaros, sin árboles, sin montañas; el grito de la conciencia que no nos deja dormir, el deseo contenido de hacernos justicia dando un golpe feroz para demostrar que merecemos atención de alguien, todo eso nada más se puede ahogar en una catarata de ron”.

“Ustedes tienen esperanzas. Tienen porvenir. Su pueblo es libre. Pero llegará el día en que los grandes capitales tendrán que darle al pueblo lo que le pertenece, y devolverán buena parte de los millones que se han llevado a costa de las inmigraciones de esclavos y del nativo desorientado y abandonado. En la guerra quedó demostrado que el fusil manejado por el blanco y el fusil manejado por el negro, son igualmente poderosos, y eso ha debido sacudirles, servirles de ejemplo para comprender que no hay razas superiores ni razas inferiores”. “No sólo de pan vivirá el hombre!”

El libro de Pedro Mir, uno de los grandes poetas de la República Dominicana no es, ni mucho menos, tan duro como el anterior. En él se hallan dibujos del pintor Grillo Pérez. Se subtitula “Memorias de un marinero” y nos habla de la efímera existencia de Pancho Valentín en Campoflorido, un lugar imaginario, “navegando por la vida”. Creo que la obra de Mir está muy influenciada por el surrealismo mágico que durante muchos años dominó el panorama de la literatura latinoamericana. He aquí algunos ejemplos de ello: “No hubiera querido saber para quién fue abierta esa ventana… para el vuelo de qué sueños… para la visión de qué fantasías… para qué espera… una existencia destinada a la brevedad de su destino, que lo acepta, que lo certifica, que lo celebra, al mismo tiempo apura a perpetuarlo, una contradicción…”

Como Pablo Neruda, Mir “ama el amor de los marineros” y en su obra nos traslada una filosofía de vida que pertenece a la Dominicana: “no era el fin porque cuando no hay salida, el fin ya no es una salida… y a veces es la mejor de todas”. En esta filosofía de vida hay mucho de resignación, debido quizás al sentido religioso de la sociedad dominicana: “mi marido se toma sus tragos y yo tengo que estar cerca de él”. Mir nos describe aspectos más cotidianos del país y de sus gentes, y en su libro empiezo a adentrarme en el país a través de la Carretera Duarte, el Parque Colón, la Calle El Conde, “La Cafetera”, “la esquina 42 entre la Avenida Duarte y Mella”, el Barrio de La Mina, el Barrio de Los Pajaritos… Mir también nos introduce a la vida de los dominicanos en Nueva York a través del compatriota Danilo Valdez. Exilios en México también tienen cabida. Y sus consecuencias: “medio extranjero en mi propio país, con mujer extranjera a cuestas y una hija de muy pocos años ante un panorama alarmante”.

Mir nos narra una “existencia”. “Pancho Valentín jamás recibió la más leve herida de su amigo Danilo Valdez… Y es como para preguntarse si es necesario exigirle algo más a la vida, para considerarla bellamente vivida…”. Como dice Neruda “los marineros besan y se van”. Predominan los valores de la amistad, la alegría, el placer… frente a la tristeza, la miseria y otros obstáculos que también existen.

lunes, 14 de septiembre de 2009

REPÚBLICA DOMINICANA 3

Presentación

Cuando yo me incorporé al proyecto de Interred era un estudiante de segundo año de Ciencias Políticas en la Universidad Autónoma, por lo tanto aún muy joven (20 años, aunque para participar en el proyecto se requerían 21). Desde mi llegada al mundo universitario me había marcado la meta de aproximarme a la cooperación al desarrollo y me pasé casi un año entero asistiendo a conferencias sobre el tema y visitando a diferentes ONGs ubicadas en Barcelona. La gente que me encontré en Interred estaba muy ilusionada con lo que pretendíamos hacer y contaba a sus espaldas con muchos años de experiencia trabajando en el ámbito del voluntariado social.

Neus fue la Coordinadora del Grupo que viajamos a República Dominicana. Neus era novicia y al cabo del año de estar en República Dominicana se fue a Roma para convertirse finalmente en monja. Hoy en día se encuentra en Venezuela ayudando a los más necesitados y ha iniciado una campaña para damnificar a los afectados por el temporal del año 1999. En Barcelona Neus había estudiado Trabajo Social y estaba muy directamente vinculada al Esplai del Centre Passatge que pertenece a la Institución Teresiana.

Isabel era maestra en Badalona; hace tiempo que no sé de ella. Como yo, en aquel entonces no sabía demasiado alrededor de la ASC. También era la única casada del grupo. Como todas las recién casadas durante el viaje habló continuamente de su marido Alberto. Al cabo de unos meses de volver a Barcelona tuvo su primer hijo que espero que herede de su madre la bondad y la sencillez que la caracterizaban. Entre sus aficiones estaban la literatura y el buen comer. Era, y debe ser aún, una persona a la cual le gustaba estar muy bien informada sobre todo.

Montse estaba a punto de sacarse el Diplomado en Trabajo Social y había estado en muchísimos frentes debido a su carácter extremadamente activo. Era lo que se podía decir una chica que me cabía muy bien. Había trabajado con niños hijos de inmigrantes en el Raval, había hecho unas prácticas con un grupo de toxicómanos y en aquel entonces era monitora de un grupo de Esplai dirigido a los más jóvenes del Centro Passatge. También colaboraba en la revista mensual que editaba el centro. Tras la experiencia dominicana quiso repetir en el mismo sitio e Intered la envió como voluntaria de larga duración a colaborar con el Centro Povedo y con los Caminantes de Boca Chica. Durante su estancia de más de año y medio en Santo Domingo pudo implicarse en la campaña de asistencia a los damnificados por el Huracán George que asoló todo el Caribe en 1998.

Blanca, conmigo, la más joven del grupo, completaba el grupo de voluntarios con el que compartimos una de las experiencias más importantes de nuestras vidas. En aquellos momentos estaba terminando sus estudios de Trabajo Social y conocía a Margarita Bartolomé, la verdadera impulsora de Interred , de la facultad de la Universidad de Barcelona. Como Montse, se había movido mucho como voluntaria tanto en el Raval como en un “cau” barcelonés. Había sido monitora de grupos de niños con los cuales salía a menudo de colonias y participaba en un coro musical.

En general, debo decir que mis compañeras de viaje formaban un grupo muy determinado de gente, compacto y homogéneo, de capital (Barcelona), postmoderno, muy solidario aunque quizás influenciado un poco por la moda de la cooperación, y perfeccionista hasta el punto de mi desesperación. La condición de género, todas eran mujeres, también me causó cierto desentendimiento durante varias fases de nuestra experiencia. Muchas veces me sentí ajeno a sus preocupaciones y a su forma de trabajar exageradamente metódica. Pero, en todo caso, debo decir que compartir con ellas me resultó de gran utilidad en el sentido de observar los comportamientos y, precisamente, compartir, con personas aparentemente diferentes a mis entornos habituales.

domingo, 13 de septiembre de 2009

REPÚBLICA DOMINICANA 2

Introducción al viaje a la República Dominicana

En enero del año 1996 unos cuantos amigos emprendimos la aventura de fundar una nueva Organización No Gubernamental en Barcelona. Tal ONG se llamaría Interred-Catalunya y debería ser la filial de Intered a nivel estatal, una organización dependiente de la Institución Teresiana. Las dos personas que contactaron conmigo para poder llevar a cabo este proyecto fueron Margarita Bartolomé, Profesora de Ética de la Universidad de Barcelona, y Neus Edo, Trabajadora Social. A partir de entonces, semanalmente fuimos reuniéndonos en el Centre Passatge del Eixample barcelonés y allí elaboramos las bases de los estatutos, la organización interna y la campaña de captación de socios de Interred, hasta que un día nos llamaron de la República Dominicana preguntándonos si estábamos preparados para colaborar con ellos el próximo verano.
Interred se definía como una Organización No Gubernamental para el Desarrollo (ONGD) y se marcaba como objetivos principales generar autosufiencia y promover el cambio estructural en las zonas más empobrecidas del planeta. Muy pronto, contactando con monjas teresianas que trabajaban por todo el mundo, empezamos a gestionar proyectos a nivel latinoamericano principalmente, pero también en el Congo, la India, Filipinas y en la misma Europa, en Portugal, España y al Este del continente.
Para ser sinceros, no fue fácil la tarea de conseguir el financiamiento ni crear la infraestructura suficiente como para embarcarse en la aventura dominicana. En aquel entonces, la República Dominicana no se hallaba entre las prioridades de las Ayudas Oficiales al Desarrollo (AODs) internacionales. Antes de preparar el definitivo viaje del verano debimos superar un Curso acelerado de Animación Sociocultural (ASC) y el Curso de Iniciación al Voluntariado del Institut Català del Voluntariat (INCAVOL).
Nuestra contraparte local era el prestigioso Centro Cultural Poveda de Santo Domingo, especializado en asesorar y formar a maestros y líderes de las organizaciones populares del país. En un principio desde el Centro Cultural Poveda se nos pedía organizar dos Talleres de ASC, uno para animadores y otro para niños, con una duración aproximada de cuatro semanas, entre el 16 de julio y el 2 de septiembre. El grupo que finalmente se preparó a conciencia para viajar a Santo Domingo estuvo formado por Neus, Isabel, Montse, Blanca y yo mismo. El principal objetivo de dichos talleres debía ser promocionar la ASC, a la vez que fundirla con la práctica común en la isla de la Educación Popular.