martes, 3 de abril de 2012

NICARAGUA 1997 / Capítulo 31

CAPÍTULO 31: TORMENTA TROPICAL DE COSTUMBRE

En este nuevo día en la isla, y creo que no sólo yo, he vivido y recordaré una de las tempestades más fuertes que jamás podía imaginar. Ello ha invitado a reflexión y meditación, también la que siempre sería necesaria antes de un hipotético final del mundo. El miedo, sin duda, agudiza los pensamientos. Durante la noche se ha oído el retumbar de unos tambores en la lejanía.

Cuando la lluvia amaina lo primero que encontramos son las mujeres lavando ropa, y de donde nada se oía aparecen gentes, más que nunca, desde todos los rincones. En la isla nos hemos encontrado a un grupo de vascos (¡siempre hay vascos por todo el mundo!), que vienen desde León, y están interesados en el análisis de los petroglifos que aquí existen y que son de los más bien conservados y antiguos del país. Vemos algún blanquito más y casi siempre se da el caso del encuentro con algún matrimonio mixto nica-europeo, en este caso nos encontramos a un catalán de Sant Boi casado con mujer nicaragüense. Cuando se nota que algún nica habla con rigor sobre el mundo existen muchas otras posibilidades de que se trate de alguien viajado, por Estados Unidos y la misma Europa. Durante, como mínimo, la década que fraguó la Revolución, fueron frecuentes los viajes de estudios de nicaragüenses a Rusia, y más concretamente a Moscú y a los países del Este europeo.

Tomamos una furgoneta por cincuenta pesos para visitar más en profundidad la isla. Verde, olas, vacas, caballos, reptiles, buitres, humanos… y un inmenso cielo, es el paisaje con el cual nos encontramos. En cada pequeño núcleo urbano nos maravillan las construcciones de iglesias de estilo colonial, ya sean de madera o de piedra, sencillas pero bastante recias para haber aguantado el maltrato del paso de los años y de las inclemencias meteorológicas. Visitamos las playas de Santo Domingo, Santacruz, Venecia y Charco Verde, que no están demasiado ocupadas. Hablamos y reímos con los pescadores de charros y silgrias grandes, junto a los cuales sus niños intentan vendérnoslos para comer.

Es el momento para conocer más al compañero de viaje. Natalie Masek, actualmente estudiante de cine, de pequeña ha estudiado con monjas y es por ello que ahora visita a las Hermanas de la Asunción en Managua. Ella fue adoptada en Medellín (Colombia), aunque le consta haber nacido en Bogotá, por un matrimonio compuesto por padre norteamericano, de Nebraska más en concreto, pero de origen checo (de ahí, Masek), y madre francesa. Ya ha realizado anteriormente un largo viaje por Centroamérica que le ha llevado al Sur de México, Oaxaca, Chiapas, Guatemala y El Salvador. La otra francesa rubia que la acompaña es Severine, estudiante de comercio internacional y que ya ha estado previamente un tiempo considerable viviendo en Chile. Esta vez a ellas se les ha sumado una joven brigadista estadounidense que se llama Dalila Solís, de padre mexicano. Proviene de Costa Rica y se ha instalado a trabajar en unos proyectos en la zona rural de Matagalpa. En Ometepe también está en contacto con otros voluntarios nicas, argentinos y costarricenses, que, sobre todo, actúan sobre el desarrollo y preservación del medio natural, promocionando a su vez la medicina natural, tan de moda.

La diversidad del país y su ser más íntimo ecléctico lo percibimos en cualquier esquina: compramos cerámica de estilo precolombino de otro proyecto en La Paloma, luego nos sirve un camarero de la zona atlántica que habla mejor el inglés que el español, nos cruzamos con religiosos evangélicos y conocemos a múltiples participantes de organizaciones no gubernamentales, que trabajan en este caso mayoritariamente con el entorno natural y niños con dificultades, que tienen socios en múltiples países, entre los que destacan Alemania, Canadá, Dinamarca…

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